A 73 años de su partida, Eva Perón sigue presente en la memoria popular. Su obra y su amor por los desposeídos transformaron en sujetos de derecho a quienes anteriormente habían sido destinatarios de la caridad.
“No es filantropía ni es caridad, ni es limosna, ni es solidaridad social, ni es beneficencia. Ni siquiera es ayuda social, aunque por darle un nombre aproximado yo le he puesto este.” Las palabras son de la propia inspiradora de la Fundación de Ayuda Eva Perón, que funcionó con un objetivo preciso: “Llegar a los lugares donde la justicia social aún no ha llegado”.
A esa mujer de pueblo, nacida y criada bien lejos de las riquezas y del poder que usufructuaban minúsculas minorías, aliadas de fuerzas extranjeras, nadie podía enseñarle en qué consistían y a quiénes afectaban esas injusticias.
En aquella lejana Argentina, las intervenciones más contundentes del Estado dentro del campo de las políticas sociales se pusieron en práctica recién a finales de 1943. El nuevo sentido asignado a partir de entonces a las instituciones de salud, acción social o educación y la profunda renovación de normas laborales implementadas desde la Secretaría de Trabajo y Previsión cobraron un carácter simbólico que aún hoy permanece en la conciencia colectiva.
Es que, como enseñó Eva con toda su energía, la atención de las necesidades más urgentes no es aleatoria ni una decisión voluntaria de asociaciones privadas, religiosas o empresariales, sino un derecho exigible al Estado.
Los humildes, los descamisados, fueron ganados por las acciones y las arengas demostrativas de un compromiso genuino de esa mujer, que supo transmitir su convicción de que la lucha instalada en el plano social y político tenía como adversario al polo opuesto de la clase trabajadora, la oligarquía, identificada con la explotación a los trabajadores y la defensa de los capitales foráneos.
Ella partió de este mundo el 26 de julio de 1952 para convertirse en leyenda popular, viviente y de ardor constante con apenas pronunciar su nombre.
Durante 16 días, los sectores populares peregrinaron bajo la lluvia para despedir a Evita, la “abanderada de los humildes” y ese prolongado sepelio se convirtió en uno de los hechos de masas más importantes de la Argentina del siglo XX.
Fuente: Caras y Caretas