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El cardiocirujano que en 1967 saltó a la fama al sistematizar el procedimiento del bypass con el que en los quirófanos de todo el mundo se han salvado millones de vidas, quiso verse en esos últimos instantes vitales. Apoyó el revólver sobre el corazón y disparó.

René Favaloro se suicidó en las primeras horas de la tarde del sábado 29 de julio de 2000. Entonces, tenía 77 años y fecha para casarse el mes. Entonces, la Fundación Favaloro para la Docencia e Investigación Médica, atravesaba una delicadísima crisis financiera que había terminado por mellar su autoridad dentro de la institución y obligado a instrumentar un plan de ajuste que implicaba reorientar drásticamente el esquema financiero del centro de salud y que le reservaba a él, su mentor, un rol honorario alejado de las decisiones.

Descendiente de italianos que llegaron al país con la primera oleada inmigratoria antes del fin del siglo XIX, Favaloro nació en un hogar humilde de esforzados trabajadores. Su padre, Juan Bautista, era ebanista y su madre, Aída, costurera.

Su ingreso al Colegio Nacional Rafael Hernández dependiente de la Universidad Nacional de La Plata cambió su vida. Abrazó la militancia reformista que profundizó al cursar en la Facultad de Ciencias Médicas, donde fue delegado estudiantil.

Su espíritu inquieto, audaz y visionario le permitió advertir antes que otros que las afecciones del corazón, primera causa de muerte de los seres humanos, se transformarían en una verdadera epidemia global. Marchó a formarse en la especialidad allí donde estaba la vanguardia, en Ohio, Estados Unidos.

Fueron tiempos de una entrega total, dedicados al estudio y a la experimentación. El sacrificio dió frutos. En la mañana del martes 9 de mayo de 1967, el cirujano platense escribió una de las páginas más importantes en la historia de la cardiología mundial al llevar a cabo la primera cirugía programada de revascularización miocárdica con que logró sortear, a partir de un protocolo quirúrgico, la obstrucción de arterias coronarias con el injerto de una vena tomada de una de las piernas del paciente, técnica popularizada como bypass. La estandarización de esa práctica, a partir de 1968, cambió radicalmente la historia de la enfermedad coronaria que, hasta ese momento, terminaba irremediablemente en la muerte.

En varias oportunidades Favaloro había insinuado su deseo de regresar a la Argentina. Al decidir su vuelta, en 1971, desechó varias propuestas millonarias. En el imaginario argentino, aquel paso le confirió a su figura una generosidad sin límites que lo elevó, para muchos, a la categoría de héroe nacional.

Favaloro vino a afrontar un nuevo desafío: se propuso crear aquí un centro de investigación, enseñanza y atención de alta complejidad dedicado al tratamiento de afecciones cardíacas; un emprendimiento de avanzada, similar a la Cleveland Clinic, que ansiaba posicionar como referencia para toda América Latina.

Así fue dando vida al proyecto de la Fundación, creada en 1975, que fue lentamente cobrando cuerpo con el impulso de créditos, subsidios, donaciones y diversas fuentes de recursos, en su mayoría, provenientes del erario. Pronto quedó suficientemente expuesto que el esquema de sostenimiento de la Fundación Favaloro resultaba ineficaz y dependía, básicamente, de la capacidad de conseguir recursos de su alma máter.

En los siguientes años, la situación del país estaba lejos de remontar al tiempo que la ruina financiera de la institución se hacía más notoria. Además, la deuda que le dispensaban las obras sociales, especialmente PAMI y IOMA, se había tornado a todas luces irrecuperables, pese a los denodados esfuerzos y gestiones personales realizadas por el creador del bypass.

Aquella tarde, la noticia de la muerte de Favaloro dio vida al mito del médico brillante e incomprendido, mártir de una sociedad que lo abandonó.

Fuente: Editorial Marea