La distinción que recibió hace 45 años Adolfo Pérez Esquivel, ese arquitecto, pintor, escultor y militante por los derechos humanos, significó un duro golpe político para la dictadura cívico militar que aplicaba desde marzo de 1976 un plan sistemático de terrorismo de Estado y represión ilegal que incluía secuestros, detenciones ilegales, desapariciones y apropiaciones de niños y niñas nacidos en cautiverio.
El 13 de octubre de 1980, el Parlamento de Noruega anunciaba su decisión de entregarle el Premio Nobel de la Paz a Pérez Esquivel (que entonces tenía 49 años) por su lucha en defensa de las víctimas del régimen castrense, que por entonces tenía una imagen internacional que se encontraba en franco deterioro, y que reaccionó ante la noticia con una mezcla de estupor e indignación.
Titular del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), Pérez Esquivel, había sido detenido en abril de 1977 por la dictadura bajo el cargo de posesión de “material subversivo”. Nunca se le siguió un proceso judicial y estuvo preso a disposición del Poder Ejecutivo.
Venía denunciando desde la entidad que encabezaba las violaciones a los derechos humanos que se cometían a diario en Argentina.
En cautiverio recibió torturas y cuando llevaba poco más de un mes detenido fue trasladado al aeródromo de San Justo y subido a un avión que sobrevoló el Río de La Plata y los represores estuvieron a punto de convertirlo en otra víctima más de los vuelos de la muerte que había denunciado ante la Organización de los Estados Americanos (OEA).
En medio del vuelo, se produjo una contraorden y la nave retornó con Pérez Esquivel a bordo. Quedó a disposición de las autoridades castrenses en la Unidad 9 de La Plata, donde permaneció durante 14 meses hasta que fue liberado el 25 de junio de 1978, cuando la selección argentina jugaba la final de la Copa del Mundo ante Holanda. No obstante, permaneció bajo libertad vigilada durante otros 14 meses más.
Ese 10 de diciembre, Pérez Esquivel recibía el premio Nobel y lo compartía “con todos los pueblos de América Latina”. En Buenos Aires, una manifestación se congregó en la Plaza de Mayo para celebrar el galardón. Hubo 27 detenidos, pero el silencio se había roto, y la verdad sobre lo que ocurría en Argentina ya no podría ocultarse por mucho tiempo más.