Nuevamente conmemoramos el Día del Trabajador, históricamente un día de lucha en nuestro país y en el mundo. Lo hacemos en el marco de una conmoción mundial generada por el Coronavirus, con sus gravísimas consecuencias sobre la Salud, la Economía y el Trabajo.
En poco más de 100 días la pandemia casi paralizó una economía mundial ya en crisis. Para los argentinos profundiza el quebranto causado por cuatro años de un gobierno que nos endeudó para sostener un modelo inviable.
La realidad es brutal: millones de trabajadores se preguntan cuál es su futuro laboral, así como miles de empresas de todo porte, forzadas por el peligro de un mal mayor, no saben si terminarán desapareciendo.
La incapacidad de los sistemas de salud ante la velocidad del contagio, puso al desnudo las consecuencias de muchos años de desinversión estatal y de la mercantilización de la medicina, en casi todo el mundo.
Los ajustes se han traducido en el extremo de naturalizar la crueldad de decidir a quienes se les da atención o no por un cálculo de probabilidades de vida.
Aun no hay cura. Había conocimiento. No hubo prevención. Hoy queda en claro que esta situación crítica se prolongará, aun cuando se encuentre la vacuna. Las posibilidades de rebrote y mutaciones del/los virus son múltiples. Esto es, en la actualidad, “lo normal”.
Emergen entonces los denostados Estados Nacionales como única vía posible de respuesta organizada a la pandemia y la crisis.
Desde allí provienen las acertadas decisiones del Gobierno Nacional que respaldamos, dejando en claro que son urgentes importantes reformas: la de la matriz productiva, la del sistema financiero, la de los servicios públicos, la del propio sistema de salud.
Es que el Coronavirus ha puesto al desnudo las consecuencias de formas de producción basadas en el saqueo de la naturaleza, la depredación del medio ambiente, y de una valorización no productiva del capital. Es más importante crear valor para acrecentar la riqueza de los menos, que abastecer de alimentos, bienes y servicios indispensables al alcance de todos.
En la emergencia resalta el esfuerzo de trabajadoras y trabajadores de las más diversas áreas que garantizan producción y servicios imprescindibles. Entre ellos estamos los bancarios.
Contrasta con la voracidad del poder financiero, que se manifiesta en la extorsión de los acreedores de una deuda impagable. Contrasta con grandes empresarios que exigen despidos y rebajas salariales, con el egoísmo de los formadores de precios que empujan todos los días al alza el costo de vida.
Destaca el sufrido empeño por sobrevivir de millones de argentinos empobrecidos junto a sus organizaciones solidarias.
En ese mismo espíritu está la actitud de las organizaciones sindicales, como la nuestra, que ponen a disposición de las autoridades sanitarias la estructura de sus obras sociales e infraestructura hotelera construidas con el aporte de los trabajadores.
Contrasta con la negativa obscena de los multimillonarios evasores de impuestos que se niegan a un necesario tributo de emergencia.
Ante esas realidades, resulta imprescindible superar solidariamente las limitaciones y los peligros de una economía en la que apenas subsistimos si queremos hacer realidad la esperanza de la inmensa mayoría de los argentinos y de los humanos.
Esa esperanza es construir nuestra vida en salud, es decir con trabajo, alimentos, techo, educación, medicina suficientes, con una organización económica sustentable, donde los beneficios del conocimiento y el avance tecnológico redunden en favor de todos.
Estamos en un momento crucial de la historia de la humanidad. De nosotros también depende superarlo positivamente. Ocupar nuestro lugar y luchar por ello, como lo hicieron desde tiempo inmemorial quienes nos precedieron en el orgullo de ser TRABAJADORAS Y TRABAJADORES.
Con nuestro fraternal y afectuoso abrazo, a todas y todos, compañeras y compañeros, en este nuestro día.
CON ESPERANZA SIEMPRE.
Buenos Aires, 30 de abril de 2020
SECRETARIADO GENERAL NACIONAL DE LA ASOCIACIÓN BANCARIA