La dictadura encabezada por Pedro Eugenio Aramburu reprimió sin clemencia. Además de los fusilados, entre los que se cuentan los de José León Suárez que Rodolfo Walsh reveló en “Operación Masacre”, hubo más muertos.
El golpe de 1955 había fracturado al Ejército. Aramburu decidió desperonizar el Ejército y así se ordenó el pase a retiro de numerosos oficiales afines al líder depuesto. Entre ellos estaban los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, a quienes se confinó con arresto domiciliario.
A las 21 horas del 9 de junio estaba previsto el comienzo de la revolución. Valle había elegido como sede de su comando la Escuela Industrial de Avellaneda. Allí estaba previsto instalar un equipo transmisor conectado a una emisora que iban a tomar y, cerca de las 23, lanzar la proclama que, estimaban, generaría focos de lucha contra la dictadura.
Pero ese primer paso, determinante para el éxito de la operación, salió mal y a partir de allí se volvió cuesta arriba para los sublevados. El gobierno militar obtuvo el dato de que podía haber un movimiento y reforzó la custodia de la planta emisora, además de tener alerta a la policía. Los hombres de Valle decidieron no entrar a la fuerza.
La dictadura identificó a Valle como cabecilla de la asonada. Este ofreció entregarse a cambio de parar el baño de sangre. Lo detuvo un viejo conocido, el capitán de navío Francisco Manrique, que prometió respetarle la vida. No fue así.
Valle fue llevado a la Penitenciaría de la avenida Las Heras. Antes de la ejecución le escribió a su madre, a su hermana, a su esposa y a su hija. Y a Aramburu, que había sido compañero de estudios: “Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido. (…) Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas, verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. (…) Espero que el pueblo conozca un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre”.
Precisamente, y en base a ese viejo vínculo entre ambos, la esposa de Valle fue a Campo de Mayo a intentar hablar con Aramburu para pedirle clemencia. No pudo encontrarlo. Era de noche y un edecán le informó que “el Presidente duerme”. Valle fue fusilado el 12 de junio.
Fuente: Pagina 12