El 12 de octubre de 1916, seis meses después de la aplicación de la “Ley Sáenz Peña”, asumía por primera vez como Presidente de la República el Dr. Hipólito Yrigoyen.
La fórmula Yrigoyen-Luna se alzó en las elecciones con el 49% de los votos emitidos, entonces sólo masculinos, convirtiéndose Yrigoyen en el primer presidente electo sin fraude de la República.
Según el Dr. Hipólito Martínez (ex Presidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano, “Yrigoyen y el radicalismo tuvieron la virtud —en aquella época— de generar un nuevo paradigma político”. La obra del gobierno yrigoyeneano podía entonces resumirse en algunos de sus logros: la reforma universitaria, la creación de YPF y la defensa del petróleo, la jornada laboral de 8 horas, las primeras leyes previsionales, la creación del banco agrario, la sanción de la ley de arrendamientos agrícolas, el ferrocarril a Huaytiquina (Salta), y el establecimiento de más de 3.000 nuevas escuelas. “Todo ello con un Congreso opositor, con sólo cuatro gobiernos provinciales de su mismo signo político, y con una prensa despiadada en continuo ataque”.
Con aquel triunfo se produjo el advenimiento de un gobierno austero y popular, que respondía en gran medida a una necesidad civil de decencia contra muchos años de explotación y de fraude. Fue Nicolás Repetto, opositor de Yrigoyen y líder del socialismo argentino, quien dijo de éste con motivo de su muerte: “A Yrigoyen le ha sido dada experimentar la satisfacción más grande a la que pudo aspirar un hombre de su acción: contribuyó a derrocar el régimen de las viejas oligarquías e inauguró el primer gobierno verdaderamente democrático del país”.
Fuente: Derecho al Día