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Con motivo de cumplirse un nuevo aniversario del bombardeo a Plaza de Mayo, presentamos el trabajo del Lic. Andrés D. Fernández, jubilado bancario del Banco Provincia, en donde narra con la rigurosidad que lo caracteriza lo que significó ese hecho y el rol de los trabajadores y trabajadoras bancarias que vivenciaron ese momento histórico, murieron o fueron heridos en los acontecimientos y el papel de la Asociación Bancaria para atender a los damnificados y sus familias.

Recuperando nuestra historia

LOS TRABAJADORES BANCARIOS Y LA MASACRE DEL 16 DE JUNIO DE 1955

Autor: Lic. Andrés D. Fernández

Era un día normal, como todos los días de trabajo, nadie podía imaginar que un grupo de militares antidemocráticos, delincuentes golpistas de la marina, acompañados por un pequeño grupo de la aeronáutica y otro menor del ejército, junto a una avergonzante y parcial “aristocracia” de la Iglesia, ligados a una facción minoritaria que respondía a un sector político derrotado en elecciones democráticas durante 10 años, atentaría ese 16 de junio de 1955 contra el pueblo trabajador, mujeres, niños y transeúntes que totalmente indefensos circulaban por las calles. Seres mesiánicos llenos de odio que en sus aviones asesinos inscribieron la sigla Cristo Vence y bombardearon sin miramientos la Casa de Gobierno, los edificios oficiales y a personas inocentes que en ese momento se encontraban en las inmediaciones de la Plaza de Mayo.  Este hecho manchará su historia para siempre.

No hay antecedentes que miembros de las fuerzas armadas de un país, con la connivencia de algunos sectores políticos y eclesiásticos, descargaran sus bombas y ametrallaran a la pacífica población civil, como forma de implantar el terror y el escarmiento para lograr la toma del poder.

El contexto

Argentina vivía desde 1946 una etapa de cambio político a partir de las elecciones que llevaron a Juan Domingo Perón a la Presidencia de la Nación. Luego del 17 de octubre de 1945, en las elecciones de febrero de 1946 alcanzó el 53,71% de los votos frente a la Unión Democrática con 45,65% (conformada por la UCR, y los Partidos Comunista, Socialista y Demócrata Progresista); en las legislativas de 1948 se impuso con el 56,32%; en las presidenciales de 1951 ganó con el 63,51% y en las legislativas y de vicepresidente de 1954 se alzó con una ratificación del 64,28% de votos, lo que claramente indicaba la validación popular de su proyecto. Un dato de color es que en las últimas elecciones el candidato a diputado nacional bancario y que fuera dirigente prominente de la Asociación Bancaria, Bernardo Gago, alcanzó el porcentaje electoral de la sección 5ta. con el 70,86% de los votos. Frente a esto sectores políticos antagónicos vieron en la reiteración de la violencia política la única forma de enfrentar su apoyo.

Antecedentes a los hechos

A la luz de la revisión de la historia fue una tentativa de golpe de Estado fallido con el propósito de bombardear la zona céntrica de la Plaza de Mayo con el fin de matar al Presidente Perón y a sus ministros al precio de destruir la Casa de Gobierno, y  el propósito de la conjura, tras asesinar al presidente de la Nación, era instaurar un triunvirato civil integrado por Miguel Ángel Zavala Ortiz (dirigente de la UCR), Américo Ghioldi (dirigente del Partido Socialista) y Adolfo Vicchi (del Partido Conservador).

Este masivo crimen de lesa humanidad no puede verse descontextualizado sin mencionar sus antecedentes, como el ocurrido el 17 de octubre de 1945, cuando una movilización de los trabajadores, hombres y mujeres del pueblo a quienes Raúl Scalabrini Ortiz denominó “el subsuelo de la patria sublevado”, repusieron en su cargo al Coronel Perón. Esa misma noche hubo enfrentamientos armados en los que murió el joven manifestante Darwin Passaponti.

Posteriormente, el 28 septiembre de 1951, existió un intento de golpe de Estado encabezado por el Gral. Benjamín Menéndez del que participó Orlando Ramón Agosti, miembro de la Junta Militar en 1976, el intento fallido del Coronel Francisco Suárez en 1952, en unidad con los golpes posteriores y la presencia de los mismos protagonistas: Menéndez, Lanusse, Lonardi, Aramburu, Rial y tantos otros.

El 15 de abril de 1953, recordamos las bombas colocadas en alrededores de la Plaza de Mayo, durante una concentración de la CGT, en momentos en que el presidente Perón se dirigía a la concurrencia. De las tres bombas estallaron dos, una en el andén del subte de Plaza de Mayo mató a seis personas e hirió a más de cien; diecinueve quedaron mutiladas o lisiadas para siempre. Este acto criminal fue dirigido por el ingeniero Roque Carranza, quien tres décadas después en los 80, con la desmemoria de su responsabilidad, fue designado ministro nacional, y a su muerte, puesto su nombre a una estación del subterráneo. Las bombas colocadas en la azotea del Banco Nación no explotaron.

La tragedia inédita

El fatídico jueves 16 de junio de 1955, amaneció frío y nublado. A las 12:40, surcando el cielo apareció una primera incursión de la aviación naval que desde aviones lanzaron más de cien bombas —con un total de entre 9 y 14 toneladas de explosivos— la mayoría de ellas sobre las plazas de Mayo y Colón y la franja de terreno comprendida entre las avenidas Leandro N. Alem y Madero, desde el Ministerio de Ejército (Edificio Libertador) y la Casa Rosada, en el sureste, hasta la Secretaría de Comunicaciones (Ex – Correo Central) y el Ministerio de Marina, en el noroeste.

Doce de las más de trescientas víctimas mortales (aproximadamente el 4%) se encontraban dentro de la Casa de Gobierno, en la que impactaron veintinueve bombas de las que seis no estallaron.

El resto de los explosivos y proyectiles de grueso calibre provenientes de aviones, así como también los disparados por los fusiles semiautomáticos FN de fabricación belga, estrenados por los infantes de Marina que intentaron asaltar la Casa Rosada, fueron dirigidos a una población que fue sorprendida en sus quehaceres cotidianos por la primera incursión de la aviación naval.

El ataque aéreo se realizó en sucesivas oleadas entre las 12:40 y las 17:40 hs., siendo acaso la más destructiva la que se lanzó a partir de las 15:15 hs., y contó con el concurso de cazas Gloster Meteor. Los ataques tuvieron como objetivo la Casa Rosada, la Plaza de Mayo y sus adyacencias (donde se registró el mayor número de víctimas), el Departamento Central de Policía y la residencia presidencial (que estaba donde hoy está la Biblioteca Nacional); ante ello las columnas del Regimiento 3 de Infantería “General Manuel Belgrano” salieron del cuartel de La Tablada hacia Plaza de Mayo y el aeropuerto internacional de Ezeiza tomado por los golpistas, para recuperarlo; una concentración obrera en avenida General Paz y Crovara, y las antenas de Radio del Estado —en la terraza del Ministerio de Obras Públicas emplazado en la avenida 9 de Julio— y de Radio Pacheco (nudo de enlace de las comunicaciones radiotelefónicas) en la localidad del mismo nombre. La CGT no recibió ataques directos, porque un suboficial de la Armada se negó a trasmitir la orden dada en ese sentido por uno de los jefes de la conspiración cívico-militar, el contralmirante Aníbal Osvaldo Olivieri, hasta ese momento ministro de Marina.

En las inmediaciones de la Plaza de Mayo el panorama era dantesco. Miles de víctimas inocentes volaban por los aires, colectivos alcanzados incendiados con niños escolares dentro, autos explotados con sus familias en su interior, un espectáculo indescriptible de transeúntes dispersos en las aceras gritando desolados con esquirlas de las bombas y metrallas, edificios enteros como la Casa de Gobierno destruidos, en las inmediaciones proyectiles de los que aun se pueden ver los impactos en edificios de la zona. Muertos, heridos, cuerpos mutilados.

Lo peor, los aviones pintados con la sigla Cristo Vence, como si fueran los voceros de la Iglesia Católica y de una religión que predica el amor y la paz pero destruyendo el patrimonio nacional y la vida de congéneres por ideas políticas antidemocráticas en una virtual minoría armada que atenta contra las mayorías populares que inermes padecen la masacre.

Los trabajadores bancarios víctimas de la masacre

No puedo omitir narrarlo en términos personales. Yo no había nacido aún, pero mi padre, que trabajaba en el Banco Central de la República Argentina desde 1949, cruzó por calle Reconquista la Plaza de Mayo cinco minutos antes del “bombardeo” para ir a la pensión a almorzar donde vivía, en Alsina y Defensa, como todos los días y retornar a su trabajo y padeció junto a mi madre que trabajaba en el Instituto de Servicios Sociales Bancarios momentos muy difíciles porque las bombas caían en los edificios del radio en el que estaban, y muchas bombas se encontraban sin explotar en muchas azoteas, y debieron ser rescatados y resguardados fuera de la zona, incluso por incertidumbre y el temor imperante, debieron permanecer fuera del radio por unos días. Por lo tanto, quien lo expresa es hijo de sobrevivientes ilesos de los hechos por la gracia de la providencia.

Un hecho casi desconocido que pretendo ilustrar en este artículo, es que este episodio enlutó a la familia bancaria del país y de la Asociación Bancaria. Durante el bombardeo varios compañeros bancarios fueron víctimas inocentes de las metrallas que asolaron a la población. Dos compañeros bancarios fallecidos y nueve heridos de esquirlas de granadas de diversa gravedad. La nómina detallada de cada uno de ellos y los bancos en los que se desempeñaban es la siguiente:

Ante ello, la Asociación Bancaria intervino para la atención en el Policlínico Bancario, tanto de los heridos bancarios como de la población en general, y llevó una acción organizada para conocer si en los diversos bancos de la plaza, había ausencias de personal que se estimara pudieran ser víctimas de los sucesos. Esta acción se llevó adelante hasta localizarse a la totalidad de los compañeros bancarios fallecidos y heridos que internados en distintos policlínicos, fueron trasladados a cada uno de los ámbitos de especialidad para su recuperación.

Simultáneamente, el sindicato ofreció su colaboración a las familias de las víctimas, y a través de la C.G.T. realizó un aporte de $100.000 a la Fundación Eva Perón para atender a los damnificados y damnificadas expresando además en su nombre su reconocimiento a los compañeros bancarios que durante los hechos llevaron su solidaridad en la atención de los heridos para su mejor atención.

Merece también destacarse la posición pública adoptada por nuestro Secretario General de la Asociación Bancaria, Compañero José Manuel Ulloa, que en su rol simultáneo de Diputado Nacional por Mendoza expresó el 17 de junio de 1955 en el Congreso Nacional: “que nuevamente la ciudadanía es víctima de la traición; y debemos lamentar las víctimas de trabajadores, mujeres y niños/as; que hablaba en representación de la Confederación General del Trabajo y sus 6 millones de afiliados y denunció la infiltración política para hacer daño dentro del partido peronista y eliminar de las filas a los que atentan contra el proyecto del Presidente Perón”. También en nombre de la C.G.T. pidió rendir un homenaje al ejército argentino en todos sus estamentos que a través de sus acción defendió el estado de derecho y la democracia sobre los golpistas que fueron derrotados.

En síntesis, no existen palabras para intentar explicar, repudiar, rechazar este conato de golpe de estado que marcó nuestra historia, que sin embargo dejó muertos, heridos, destrozos materiales, un acto que aun repudiado por toda la comunidad, nunca obtuvo finalmente una sanción concomitante a los hechos y fue la antesala del inicio de la violencia política en el país. Recuperar los hechos de nuestra historia es cultivar la memoria, reconocer a nuestros compañeros que son los mártires de este hecho tan repudiable que es parte de los orígenes de la violencia política en nuestro país y que nunca deben ser olvidados y rechazados.