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El 22 de agosto de 2022, durante el Cabildo Abierto del Justicialismo, convocado por la CGT, centenares de miles de personas se congregaron en el Ministerios de Obras Públicas para proponer la candidatura de Eva Perón a la vicepresidencia de la Nación en las elecciones previstas para noviembre de ese mismo año. Lo que debía pasar a la historia como la proclamación de la fórmula Perón-Perón lo hizo como “renunciamiento histórico”.

Debilitada por el cáncer de cuello de útero que terminaría provocándole la muerte once meses después y asediado Perón por los sectores más conservadores (dentro y fuera del peronismo) que no la querían como vicepresidenta, Evita habló ante dos millones de trabajadores que se concentraron en la esquina Moreno y 9 de Julio de la Ciudad de Buenos Aires.

Al terminar su discurso, la multitud la ovacionó y agitó sus pañuelos. Pero se quedó donde estaba. Es que Evita nada había dicho sobre su postulación. Fue entonces cuando el secretario general de la CGT, José Espejo, tomó el micrófono y dijo que allí estarían al día siguiente para recibir una respuesta.

Evita volvió al micrófono, pidió que “no me hagan hacer lo que nunca quise hacer” y solicitó “por lo menos cuatro días para pensarlo”. La multitud respondió “¡No, no! Ahora”. Ella retomó la palabra: “Compañeros: yo no renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores”. Los descamisados insistían.

El 31 de agosto, a través de un mensaje radial, Evita confirma lo que ya se conocía, que no aceptaba la postulación a la vicepresidencia. Una renuncia “inquebrantable y que nace de mi corazón”.