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Illia había llegado a la Casa Rosada el 12 de octubre de 1963 como candidato presidencial de la Unión Cívica Radical del Pueblo, un sector enfrentado con la Línea Nacional del partido que lideraba Ricardo Balbín.

Con el peronismo proscripto y una oleada de votos en blanco, el capital electoral del presidente era de apenas el 25,1% de los sufragios. Con eso debía gobernar y no solo tomando medidas sino también enfrentando los complots para derrocarlo que se empezaron a orquestar casi desde el primer día.

Entre 1964 y 1966, el gobierno radical se fue desgastando por presiones de muchos lados: las protestas sindicales, y las presiones de las grandes centrales empresarias que reclamaban una liberalización de la economía y, por supuesto, menos peso del Estado.

También se quejaban por la caída de las reservas del Banco Central y se oponían al control de cambios que frenaba el aumento del dólar oficial. Y protestaban por el control de precios que trataba de frenar la inflación.

El capital transnacional se quejaba de las medidas “de corte estatista”. Uno de sus principales caballitos de batalla era que el gobierno radical había anulado los contratos petroleros firmados durante la presidencia de Frondizi -que permitían un rol más activo de las empresas extranjeras en detrimento de la estatal YPF…

Por otro lado, Illia se había ganado la enemistad furiosa de los grandes laboratorios farmacéuticos con la ley Oñativia, que regulaba los precios de los medicamentos y creaba comisiones fiscalizadoras de los costos y la calidad de los productos…

Del lado de los asalariados, las presiones también eran fuertes: los planes de lucha de la CGT, con reivindicaciones salariales y políticas, levantaban la temperatura de empresarios y militares…

Pero que había un golpe en marcha no era un secreto para nadie. Muchos habían anticipado, sin fecha precisa, que Illia sería echado por las Fuerzas Armadas.

Esa era la situación cuando, a las 7 de la mañana del martes, Alsogaray, Perlinger y Prémoli entraron al despacho de Illia. El presidente Illia, al abandonar la Casa Rosada, el 28 de junio de 1966. Solo unos pocos acólitos fueron a despedir al presidente radical tras su destitución

Comenzaba la dictadura que se autodenominaría de la “Revolución Argentina”. A las once de la mañana del martes, una marcha militar interrumpió la programación habitual de las emisoras de radio y los canales de televisión para emitir un comunicado.

Fuente: Infobae