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Si se pretende salir desde la lógica neoliberal, el desastre será aún mayor que el de la pandemia
Por Sergio Palazzo
La aparición de una pandemia de las características de Covid-19 impone una nueva agenda sobre diversos tópicos.
El modelo capitalista pergeñado por el neoliberalismo como expresión política ha demostrado que no tiene respuestas para enfrentar una pandemia proponiendo sólo la disyuntiva de elegir entre cuidar la salud y la vida o hacer funcionar la economía.
En este contexto, resulta central la discusión desde qué lugar se transita y desde qué lugar se sale de esta crisis sanitaria, que se convertirá inexorablemente en crisis económica, social y política.
Si se pretende salir desde la lógica neoliberal el desastre será aún mayor que el generado por la propia pandemia. Sus efectos impactan de manera más sensible a los que menos tienen, no sólo en materia de salud sino también en lo referido a la cuestión económica: establecer el aislamiento obligatorio y la paralización de importantes sectores de la actividad económica implica afectar los limitados ingresos de los trabajadores sin empleo o de empleo informal, que no acceden a licencias pagas, y sin gremio que los represente. Esto implica una profundización de la desigualdad, excepto que la tarea del Estado revierta la situación.
Es hora de discutir seriamente el rol del Estado como ordenador y regulador de una sociedad para que en ella sus habitantes puedan mejorar su calidad de vida, tener empleo, salarios y condiciones de trabajo dignas.
La economía
La pandemia ha provocado una catástrofe en las economías desarrolladas. Basta observar que en Estados Unidos han pedido 26 millones de personas la asistencia por desempleo e incluso en la Unión Europea se contabilizan cifras significativas.
El problema resulta aún más catastrófico en las economías pobres del mundo, donde el hambre y la miseria se potenciarán, no sólo por los problemas estructurales de pobreza de esos países, sino también por la escasez de inversiones en la etapa posterior a la pandemia.
El mundo ha detenido gran parte de su economía, la producción está diezmada, lo que derivó en la cuasi ruptura de la cadena de pagos.
A la par, la economía de los hogares contrajo a límites insospechados el consumo, limitándose a alimentación y medicamentos, a lo que se suma la falta de ingresos como producto del freno de actividad económica, generando también cesación de pagos en la vida familiar.
Y finalmente, los propios Estados padecen la ruptura de su cadena de pagos, al caer sensiblemente la recaudación, y el incremento del gasto, para acompañar a la sociedad en sus necesidades básicas.
Es decir, se produce una triple ruptura en la cadena de pagos de la sociedad.
Para atender esta situación, es imprescindible discutir dos temas trascendentes y que seguramente generarán una gran resistencia entre los factores de poder.
Por un lado, generar un fondo de emergencia que permita atender la crisis social a través de un impuesto transitorio a las grandes fortunas. Sería oportuno que, en tiempos de pandemia, fuera la solidaridad la que prime en las decisiones de los que más tienen. Pero si no es así, el Estado debe cumplir con el objetivo de que quienes tengan grandes patrimonios aporten a este fondo de emergencia sanitaria y social.
El segundo lugar, si los Estados, las empresas y los hogares tienen su cadena de pagos rota, resulta imposible cumplir con los compromisos de deuda externa de los países en los términos pactados originalmente.
Si dichas deudas han sido contraídas con una determinada capacidad de funcionamiento productivo y con crecimiento de la economía no es posible pensar en pagar en las mismas condiciones cuando se produjo la triple cesación de pagos mencionada.
En este mismo sentido, si bien el propio FMI alivió recientemente la deuda de los países más pobres de la tierra, ante la profundidad de la crisis y el elevado nivel de deuda soberana de muchas economías emergentes, entre ellas la argentina, el organismo internacional debería profundizar su rol de asistencia financiera con una significativa emisión de DEG’s (Derechos Especiales de Giro), que permita a los países mejorar las reservas internacionales y su balanza de pagos.
Las condiciones cambiaron en el mundo y las condiciones deben cambiar para hacer frente al pago de las deudas contraídas por los Estados.
Debe existir una quita de capital, disminución de intereses y extensión de plazos, de lo contrario nadie cobrará nada debido a que se producirá un default en la mayoría de los países deudores.
Las consecuencias de persistir en un modelo neoliberal
La salida que propondrá el modelo neoliberal será la de siempre:
- “Reducir costos”, es decir, caída de ingresos de los trabajadores.
- “Flexibilidad para contratar y despedir”, lo que va a generar mayor desempleo.
- “Flexibilización laboral” para reducir los derechos de los trabajadores.
- “Tercerizaciones para abaratar los costos laborales” y eximir de responsabilidad a los empleadores.
- “Reducción de contribuciones patronales”, desfinanciando el sistema de Seguridad Social.
- Externalización de tareas a naciones, guaridas fiscales y países que no tienen derechos laborales.
Todo ello con impactos no sólo en el nivel de empleo sino también en mayor precarización laboral, aumento de la informalidad y pérdida de derechos.
Complementariamente, ocasionará una aún mayor concentración de la riqueza, ya hoy excesiva y casi obscena.
Qué necesitamos para transitar y salir de la crisis
- Estado. Un Estado presente con políticas activas para reconstruir la cadena productiva y la cadena de pagos. Presencia del Estado con políticas sociales que tiendan a mitigar el impacto que por la pandemia y el parate en la economía seguramente tendrá en la calidad de vida de los ciudadanos.
- Trabajadores. Salvar los puestos de trabajo es prioritario. Hay que invertir el concepto que se usó tras la caída del poderoso imperio financiero de Lehman Brothers, donde los Estados gastaron multimillonarias sumas de dinero de los erarios públicos bajo la consigna “hay que salvar a los bancos”. Nadie realizó inversiones bajo el concepto “hay que salvar los puestos de trabajo bancarios” y así fue que centenas de miles de bancarios perdieron su empleo en distintos lugares del mundo. Es hora de hacerlo.
- Transferencias compensatorias de salario para pequeños y medianos empresarios durante la pandemia para evitar quiebras y generación de beneficios fiscales post pandemia para actividades productivas con generación de empleo inmediata.
- Los que menos tienen. La primera necesidad es atender a los ciudadanos sin recursos, y que el Estado llegue con rapidez, no sólo en alimentos sino también con transferencias dinerarias. Ese dinero se volcará al consumo y provocará los primeros indicios de la recuperación económica.
El peligro del Estado presente sin controles
La excepcionalidad que presenta el cuadro de crisis que genera la pandemia necesita de decisiones rápidas, a veces son incompatibles con la burocracia estatal. Pero ello no debe ser óbice para anular el funcionamiento de los parlamentos, institución imprescindible para el control legislativo de las acciones del Estado.
Una de las principales preocupaciones de algunos economistas es el nivel de emisión monetaria en el que pueden incurrir algunos países. Las recaudaciones fiscales han caído, y no existe posibilidad de financiamiento externo, además de que, dada la evolución de la economía argentina durante los últimos años, nuestro país no cuenta ni con ahorros fiscales ni en una senda de crecimiento económico. Es por ello que hay consensos sobre la alternativa que constituye la emisión monetaria, para cubrir todas las necesidades de asistencia que tiene el Estado en estos tiempos de crisis sanitaria. Está claro que la misma debe ser sobre un porcentaje manejable del PBI y no una emisión descontrolada, y orientada a un fin específico que es cubrir las erogaciones estatales que genera la pandemia.
Para que ello suceda se necesita una conducción con mucha musculatura política y con instituciones funcionando para garantizar debidamente la división de poderes.
Sistema financiero, trabajadores y nuevas formas de trabajo
Hay que cambiar la lógica con la que funciona actualmente el sistema financiero, desde que comenzó el proceso de financiarización de la economía.
La banca de inversión o especulativa debe dejar de ser el principal negocio de las entidades financieras, porque en principio representan inversiones de altísimo riesgo que pueden provocar quebrantos que pongan en crisis al propio sistema.
Los bancos deben dejar de ser solo medios de pago, porque si no terminarán sucumbiendo ante las nuevas formas de medios de pagos existentes, tales como las fintechs, que no tienen costos de regulación y pagan salarios por debajo de la actividad bancaria.
Hay que recuperar el rol primario de los bancos, que es apalancar con sus depósitos a los créditos a los sectores de la economía productiva para que la economía vuelva a funcionar con posterioridad a la crisis y genere el empleo suficiente para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes.
La OIT en su documento de los cien años, cuando desarrolla el impacto del avance tecnológico, establece tres premisas que son muy aplicables al sistema financiero:
- Inversión en capacitación de los trabajadores para afrontar los desafíos del avance tecnológico y de las nuevas formas de trabajo e inversión en los organismos de control.
- Inversión en la seguridad social, para que quien esté en la edad de su retiro pueda hacerlo dignamente y posibilite que se incorporen a la vida laboral, muchos jóvenes.
- Inversión en las empresas que generen empleo decente.
A estas premisas habría que agregarle otros tópicos tales como:
- Un proceso muy fuerte de reglamentación del home office para evitar el fraude laboral, la despersonalización, las enfermedades profesionales que ocasiona, el pago de conectividad, electricidad y gastos para que esos trabajadores puedan desarrollar esa modalidad de empleo.
- Revalorizar la atención humana en las casas bancarias, permitiendo que si existen beneficios impositivos para las empresas sólo sean aplicables para aquellas que priorizan la atención humana en su relación con los clientes.
- Determinar la calidad de Servicio Público del sistema financiero, para que esté a la altura de las necesidades de los Estados y la población y no como un mero negocio casi usurario en algunos casos, que no prioriza el crecimiento productivo de la economía.
Conclusiones
La pandemia nos pone en la antesala de un cambio sustancial del orden mundial existente o persistir en el error. Para ello, es necesario actuar.
Neoliberalismo vs Estado presente será la gran discusión que nos debe la política para los tiempos durante y post crisis coronavirus.
Los ciudadanos no podemos estar alejados de ese debate. Muy por el contrario, tenemos que hacer escuchar nuestras voces y ser protagonistas de ese debate.
De ello depende el mundo que les vamos a ofrecer a las generaciones venideras.
Y en materia financiera, permítanme citar a ese gran pensador que fue Arturo Jauretche, que decía:
“El que maneja el crédito, maneja y orienta la economía de un país. Quien maneja el crédito, maneja más moneda que el que la emite. Quien maneja el crédito, maneja más el comercio exterior que él que compra o el que vende. Quien maneja el crédito, maneja las formas de producción”.
Por ello el sistema financiero debe ser un servicio público y la atención humana del mismo un servicio imprescindible.
Publicado en El Cohete a la Luna/10-5-2020