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Hemos vivido un 1° de Mayo impensado. Una pandemia sin control nos impone sus condiciones desde febrero. Comenzamos el año en una situación extremadamente crítica; días antes habían terminado cuatro años de un gobierno que, en beneficio de muy pocos, llevó a nuestro país al quebranto.

Nuestro sindicato, junto a lo permanente –la defensa de nuestro trabajo, nuestros derechos–, sabía de la coherencia de respaldar al gobierno que asumió el 10 de diciembre en la búsqueda de la recuperación del entramado social y productivo de la Argentina.

En ello estábamos cuando arribó a nuestro país el contagio de una pandemia sin control que ha puesto al mundo ante una crisis extrema.

En esa escala, ha quedado expuesto el fracaso del modelo económico-comercial impulsado por el neoliberalismo. No tiene respuestas suficientes para resolver la crisis. Comenzando por la insuficiencia de los sistemas de salud, sometidos a permanentes ajustes, en gran parte  mercantilizados, convertidos en un negocio financiero, ha quedado al desnudo.

Sus voceros se reducen a insistir en la opción  entre cuidar la salud, y la vida, o hacer funcionar la economía. Esa disyuntiva es falsa.

Cuidar la salud es cuidar, también, la economía. Así lo decidió el Gobierno del Presidente Alberto Fernández. Tiene en ese objetivo nuestro respaldo y el de la mayoría de los argentinos. Bancarias y bancarios estamos concurriendo con nuestro esfuerzo a sostener servicios financieros necesarios para toda la sociedad.

Pero al atender las urgencias del momento, no olvidamos que resulta central la discusión desde qué lugar se transita y desde qué lugar se sale de esta situación: para los argentinos, el estado previo de quebranto, se profundiza por efecto de la pandemia, y por una brutal contracción económica mundial.

Si el mundo pretende salir desde la cruenta lógica neoliberal que predomina desde hace medio siglo, el desastre será aún mayor que el generado por la propia pandemia.

SI SE INSISTE EN EL NEOLIBERALISMO

La salida que propondrá el modelo neoliberal será la de siempre:

  • “Reducir costos”, es decir, caída de ingresos de los trabajadores.
  • “Flexibilidad para contratar y despedir”, lo que va a generar mayor desempleo.
  • “Flexibilización laboral” para reducir los derechos laborales de los trabajadores.
  • “Tercerizaciones para abaratar los costos laborales” y eximir de responsabilidad a los empleadores.
  • “Reducción de contribuciones patronales”, desfinanciando el sistema de Seguridad Social.
  • Externalización de tareas a paraísos fiscales y países que no tienen derechos laborales.
  • Todo ello con impactos no sólo en el nivel de empleo sino también en mayor precarización laboral, aumento de la informalidad, y pérdida de derechos.
  • Complementariamente ocasionará una concentración aún mayor de la riqueza, ya hoy excesiva y casi obscena.
  • Destrucción de las funciones de los Estados Nacionales en las prestaciones de los derechos básicos de los ciudadanos como Salud, Educación, Empleo, Seguridad Social, Vivienda, etc.

QUÉ NECESITAMOS PARA SALIR DE LA CRISIS

  • Estado. Son imprescindibles políticas estatales activas para sostener la vida, garantizar la alimentación suficiente, la atención de la salud, los servicios públicos, la continuidad de la producción… La excepcionalidad que presenta el momento necesita de decisiones rápidas. Ello no debe ser óbice para postergar el funcionamiento del Congreso, que necesitamos legisle y controle las acciones del Estado.
  • Urgencia. Respaldamos las políticas decididas por el Gobierno Nacional. Atender a los ciudadanos sin recursos. Necesitamos que el Estado llegue con rapidez, no sólo en alimentos, también con asignaciones que permitan a las familias resolver sus necesidades primarias, transferencias compensatorias de salario para pequeños y medianos empresarios para evitar quiebras, programación de beneficios fiscales post pandemia para actividades productivas con generación de empleo inmediata.
  • Empleo. La prioridad es preservar y planificar la creación de nuevos puestos de trabajo, garantizando la inclusión de los trabajadores de la economía informal, junto a una cuidadosa planificación del desarrollo productivo.

Sin olvidar que estamos viviendo un impacto pleno del avance tecnológico en el mundo laboral, hoy potenciado por las condiciones que impone el Covid-19. La Organización Internacional del Trabajo, en la reciente -2019- conmemoración de sus cien años, ya proponía tres premisas que resultan imprescindibles:

  • Inversión en capacitación de los trabajadores para afrontar los desafíos del avance tecnológico, las nuevas formas de organización del trabajo que genera, y en los organismos de control del cumplimiento de los derechos laborales.
  • Inversión en la seguridad social, para que quien esté en la edad de su jubilación pueda hacerlo dignamente, posibilitando, a la vez, la incorporación a la vida laboral de los jóvenes.
  • Inversión en las empresas que, comprobadamente, generen empleo decente.

ECONOMÍA

Ya antes de la pandemia estaba claro que el esquema económico  vigente en nuestro país era inviable.

El Covid-19 no hace sino acentuar la brutal intimación de esa realidad. No se trata sólo de volver a la actividad plena, hay que hacerlo con una nueva orientación.

Como dice el mensaje de nuestro Secretariado Nacional con motivo del Primero de Mayo: “vivimos las consecuencias de formas de producción basadas en el saqueo de la naturaleza, la depredación del medio ambiente, y de una valorización no productiva del capital, donde es más importante crear valor para acrecentar la riqueza de los menos, que abastecer de alimentos, bienes y servicios indispensables, al alcance de todos”.

No expondremos aquí lineamientos que necesitan ser precisos y minuciosos. Sólo diremos que es necesario planificar, redefinir la matriz productiva, la reforma del sistema tributario, del sistema financiero, la adecuación del paradigma empresario; ordenar la economía en función de las necesidades de los argentinos, pues no basta con administrar crisis recurrentes, sino que es necesario plantear su superación.

Sí debemos resaltar que urgen definiciones en cuanto a la deuda pública ateniéndonos a la realidad: gran parte de la economía mundial se ha detenido con la pandemia, lo que derivó en la cuasi ruptura de la cadena de pagos.

En nuestro país el deterioro de la cadena de pagos, era previo. Se acentuó a partir del virtual default que tiene lugar en marzo de 2018 cuando el Gobierno de Mauricio Macri queda sin acceso al financiamiento voluntario del mercado internacional. Entonces acudió al Fondo Monetario Internacional, y recibió un enorme crédito de 57 mil millones de dólares que fue dilapidado. La responsabilidad no ha sido sólo de ese Gobierno de la Alianza Cambiemos.

Hay una manifiesta corresponsabilidad de los prestamistas, en primer lugar el FMI.  Sabían perfectamente qué iba a suceder, que no estaban financiando nuestra economía real, sino la fuga de capitales.

Esta situación de cesación de pagos involucra a empresas, y familias que, mayoritariamente, han reducido a límites insospechados el consumo, limitándose a cubrir alimentación y medicamentos. El Estado que a duras penas trata de evitar que se formalice el default, padece esa ruptura al caer sensiblemente la recaudación, mientras crece el incremento del gasto para coadyuvar a la sociedad a cubrir necesidades básicas.

Si antes de la pandemia era inviable el pago de la deuda pública en los términos pactados originalmente, hoy lo es aún más. Las condiciones cambiaron en el mundo, y las condiciones deben cambiar para resolver esta cuestión, debe haber quita de capital y quita de intereses.

En este punto sostenemos y respaldamos la posición asumida por el Presidente Alberto Fernández. Los acreedores no ignoran que no hay otra posibilidad que la expuesta por el Gobierno Nacional.

EN NUESTRA ACTIVIDAD

Hay que cambiar la lógica con la que funciona actualmente el sistema financiero.

La especulación, incluso la de obtener fabulosas rentas prestándole al Estado, debe dejar de ser el principal negocio de las entidades financieras. La “industria” de “producción virtual” de dinero a partir del dinero implica -está demostrado- el riesgo  sistémico de repetidos quebrantos.

El rol central de los bancos debe ser apalancar con los depósitos que reciben créditos a la economía productiva y a las familias.

Por eso mismo se necesita ratificar por vía legislativa la calidad de Servicio Público del sistema financiero, para que el mismo esté a la altura de las necesidades de los países, la economía real y la población.

No puede ser de otra manera, la creación de moneda es una facultad indelegable del Estado y éste es quien, al autorizar el funcionamiento de las entidades financieras, lo concesiona.

Como afirmaba Arturo Jauretche “El que maneja el crédito y lo orienta, maneja la economía del país con mucha más eficacia que el gobierno con todos sus instrumentos… El que maneja el crédito maneja más moneda que el que la emite…”.

BANCARIAS y BANCARIOS

En cuanto a las bancarias y los bancarios tenemos que preservar, como antes decíamos, puestos laborales. Pero no a cualquier costo.

El sector financiero lleva décadas de acumulación de rentas extraordinarias. Hay que invertir el concepto que se usó tras la caída -2008- del emporio financiero Lehman Brothers, donde los Estados gastaron multimillonarias sumas de dinero de los erarios públicos bajo la consigna “hay que salvar a los bancos” sin importar el empleo. Decenas de miles de bancarios perdieron su empleo en distintos lugares del mundo, junto a millones de trabajadores de otras actividades afectados por las políticas de ajuste contemporáneas demandadas por la financiarización extrema de la economía. Así también sucedió en nuestro país durante el quebranto del 2001.

En ese contexto:

  • Corresponde revalorizar la atención humana en los servicios financieros, no sólo para resolver la carga laboral, sino también para garantizar los derechos de los usuarios, su debido asesoramiento, junto al necesario control por oposición de las operaciones financieras, la prevención del cyberdelito, los fraudes y la prevención del lavado de dinero.
  • Es un derecho que la innovación tecnológica redunde también en favor del trabajador que la hizo posible y del señalado objetivo de asegurar el empleo. La reducción de la jornada laboral es para ello fundamental y posible.
  • Es imprescindible una ajustada reglamentación del teletrabajo para evitar el fraude laboral, la despersonalización, las enfermedades profesionales que ocasiona, el pago de conectividad, electricidad y gastos para que esos trabajadores puedan desarrollar esa modalidad de empleo.

CONCLUSIONES FINALES

Sin dudas la pandemia nos pone en la antesala de optar por un cambio sustancial del orden mundial existente o persistir en el error. Es necesario actuar sin demora.

Los trabajadores no podemos estar alejados de ese debate. Muy por el contrario, tenemos que hacer escuchar nuestras voces.

De ello depende el país y el mundo que le vamos a ofrecer a las generaciones venideras.

Sergio Palazzo
Secretario General

En el mismo sentido de esta editorial El Cohete a la Luna, en su edición del 10 de mayo, publicó un artículo de nuestro Secretario General que reproducimos en nuestra página web http://www.bancariabancario.com.ar/article/show/1976