Enero 18 – Reproducimos el artículo de nuestro consultor Jorge Arelovich, que publicó Página 12.
El rulo infinito
La discusión en torno al desenganche de los precios internos con los internacionales tiene en Argentina una larga trayectoria que genera severo impacto en la variación de los precios minoristas. Hay en esto algunas inercias y naturalización de derechos adquiridos. Las miradas críticas se dirigen sólo a una de las varias aristas que contiene el prisma que compone la estructura de costos de aquello que venden las empresas al mercado externo y al mercado interno.
Hay una pequeña localidad en el sur santafesino llamada Acebal. La especialización industrial acuñada en años lo es en torno de la fabricación de calzado, golpeada por cuanta crisis existió en el país. Si bien parte de la producción tiene como destino el mercado exterior, es la demanda interna su columna vertebral. Aunque alguien podría considerar legítima la aspiración a vender al precio al cual se lo comercializa en el mercado estadounidense o europeo, es claro que el poder de compra de quienes habitamos este suelo no permite atender esa insostenible pretensión.
En ese caso, ese universo de pequeñxs empresarixs no opta por acumular producto terminados para venderlos en la próxima temporada o en la subsiguiente a la espera de la convergencia del precio local al internacional o la devaluación de nuestra moneda. La razón es muy sencilla: debieran tener una tasa de rentabilidad lo suficientemente alta y líquida que les permitiese no vender, no otorgarle el diploma de mercancía al trabajo acumulado, lo cual va en sentido estrictamente contrario a la naturaleza del sistema social en el cual vivimos.
No vender apoyado en algún razonamiento especulativo coyuntural podría ser comprensible, no necesariamente admisible, y sólo viable –año tras año– en el caso antes apuntado: la acumulación de fondos líquidos derivada de la existencia permanente de ganancias extraordinarias que permitan caminar contra la corriente natural del capitalismo tal como lo conocemos. Esto es, producir para no vender.
En la zona de Pergamino o Venado Tuerto. los rindes por hectárea suelen exhibir récords difícilmente alcanzables en otros territorios destinados al cultivo de cereales y oleaginosas. Allí hay productorxs agropecuarixs de distinto tamaño, cadx unx sujetx a condiciones generales y particulares de producción. Tienen en común que los precios de los insumos de mercado: semillas, plaguicidas, herbicidas, soluciones nitrogenadas, fertilizantes, inoculantes, equipamiento agrícola, construcciones, fletes, dólar, tasas de interés, etc, son fijadxs por otrxs.
Lxs productorxs, desde este punto de vista, tomadores de precios que fijan otrxs, si bien aquéllos de mayor porte tienen alguna capacidad de negociación. En general, no se escucha de ellxs cuestionamientos sobre la fijación unilateral de los precios de esos insumos ejemplificados en aquella lista incompleta.
Sin embargo, nace la furia cuando se trata de otros dos precios no presentes en ella: lo salarios y los gravámenes tales como impuestos, derechos, contribuciones, tasas, etc. Los proveedorxs de insumos específicos tendrían una especie de derecho natural adquirido incuestionable, reconocido por lxs productorxs. En cambio, las pretensiones de trabajadorxs y el Estado serían algo así como el preanuncio del diluvio universal.
El desenganche de los precios internos de los internacionales es necesario y es posible. Necesario para permitir la reproducción del ciclo económico, dado que dos tercios del producto bruto interno se apoyan en la demanda del mercado interno. Posible porque hay una batería de herramientas disponibles o a construir para tal fin. El uso de instrumentos fiscales como los derechos de exportación, sin dejar de ser una opción legítima, es claramente acotado porque no tiene la misma eficacia para cualquier tipo de situaciones.
Una política de mayor profundidad debiera ingresar en otros territorios. Entre ellos un trabajo de arqueología imprescindible, la construcción de la estructura de costos de producción y una necesidad emergente, intervenir en la alteración de ella en pos de un horizonte de sustentabilidad en su amplio sentido.
MATE – Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía
Fuente: Página 12