El 16 de septiembre de 1955, los antiperonistas lograron llegar al poder mediante un golpe militar autodenominado “Revolución Libertadora”, que buscó representar una síntesis de la nacionalidad, la justicia y la legalidad política de quienes pretendían refundar la democracia, extirpando al peronismo de la sociedad argentina. Tuvo particularidades que la diferenciaron de los golpes anteriores y posteriores, como la vigencia de la ley marcial, y a la vez similitudes, como la participación de civiles.
Pasada la etapa inicial del triunfo militar, se profundizó la primera experiencia del antiperonismo en el gobierno lo que dejó de manifiesto la realidad de las ideas construidas por el sector sobre el peronismo «depuesto» y «prohibido», como la idea de refundar la democracia sobre bases más sólidas.
La Revolución Fusiladora, y su antecedente inmediato anterior, el bombardeo de junio de 1955, fueron el comienzo de una etapa de violencia sostenida en la Argentina. El hilo conductor que llevó a aplicar el Plan Conintes, el Plan Cóndor, la Doctrina de Seguridad Nacional y finalmente la sangrienta dictadura 76-83. Replicó en la economía, en la cultura, provocó exilios y generó diversas formas de resistencia, que se gestaron en las sombras de la clandestinidad y emergieron en los 70 con las influencias latinoamericanas a flor de piel, para ser cortados de raíz con más muerte y más horror.
Fuente: Agencia Paco Urondo