El 15 de agosto de 1972, veinticinco presos políticos se fugaron del penal de máxima seguridad de Rawson con el objetivo de abordar un avión que los llevaría a Chile, gobernado por Salvador Allende. Solo seis de ellos lograron tomar el vuelo hacia el país limítrofe. El resto del grupo no llegó a tomar el avión y se entregó a las autoridades militares con la condición de que se garantizara su seguridad. En lugar de llevarlos a Rawson, los trasladaron a la Base Aeronaval “Almirante Zar”, dependiente de la Armada. En la madrugada del 22 de agosto, la guardia los obligó a salir de sus celdas y fueron asesinados.
Dieciséis de los prisioneros fueron asesinados: Carlos Astudillo, Rubén Pedro Bonnet, Eduardo Capello, Mario Emilio Delfino, Alfredo Kohon, Susana Lesgart, José Ricardo Mena, Clarisa Lea Place, Miguel Ángel Polti, Mariano Pujadas, Carlos Alberto del Rey, María Angélica Sabelli, Humberto Suárez, Humberto Toschi, Alejandro Ulla y Ana María Villarreal de Santucho. Diez de ellos nacieron, vivieron, cursaron sus estudios y militaron en Córdoba.
Tres de los prisioneros lograron sobrevivir, pero luego del golpe de 1976 fueron secuestrados y aún continúan desaparecidos: Alberto Miguel Camps, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar.
“La Masacre de Trelew” fue un ensayo de lo que sería una práctica sistemática durante la dictadura que comenzó en 1976: el uso de las fuerzas represivas del Estado para secuestrar, asesinar y desaparecer a militantes políticos y sociales. A su vez, los jóvenes que se sumaban a la militancia, afianzaron compromisos políticos con sus organizaciones, sus ideales y sus objetivos de Revolución luego de estos fusilamientos.
En el año 2012, los responsables de los fusilamientos, fueron condenados a prisión perpetua por el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia, considerando a “la Masacre de Trelew” como un delito de lesa humanidad.
Fuente: Universidad Nacional de Quilmes