Hace diez años, exactamente el martes 19 de marzo de 2013, la Plaza San Pedro en Roma aclamaba a Jorge Bergoglio electo Papa. Es el primer Papa americano y de la Orden Jesuita. Tomó el nombre Francisco, en honor a San Francisco de Asís.
“Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos”, ha dicho más de una vez. A sus sacerdotes siempre les ha recomendado misericordia, valentía apostólica y puertas abiertas a todos. Lo peor que puede suceder en la Iglesia, explicó en algunas circunstancias, “es aquello que De Lubac llama mundanidad espiritual”, que significa “ponerse a sí mismo en el centro”. Y cuando cita la justicia social, invita en primer lugar a volver a tomar el catecismo, a redescubrir los diez mandamientos y las bienaventuranzas. Su proyecto es sencillo: si se sigue a Cristo, se comprende que “pisotear la dignidad de una persona es pecado grave”.
En aquella ocasión, en la Plaza de San Pedro dijo: “Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado”.
“También el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de San José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad”, destacó.
Fuente: https://www.vatican.va/