En mayo de 1969 un espiral de protestas hizo que trabajadores y universitarios se alzaran contra la dictadura del general Juan Carlos Onganía. Acuñaron una consigna que se repetiría en los años siguientes: “Obreros y estudiantes, juntos y adelante”.
En la Argentina, a principios de mayo de 1969, la dictadura de Onganía -que tenía planeado permanecer en el poder veinte años- hacía agua pero todavía flotaba, un poco a la deriva, sostenida por un sector de las Fuerzas Armadas, la derecha de la jerarquía católica y un sindicalismo colaboracionista que soñaba quedarse con el envase de un Juan Domingo Perón -exiliado en Madrid- al que consideraban definitivamente no retornable. Los partidos políticos estaban proscriptos y la represión de las protestas sociales crecía en brutalidad.
El mes había empezado con movilizaciones y protestas. El martes 13 de mayo, en Tucumán, un grupo de trabajadores había ocupado el Ingenio Amalia, donde retuvieron a uno de los gerentes, en reclamo por los sueldos atrasados. El miércoles 14, en Córdoba, 3.500 obreros automotrices reunidos en el Córdoba Sport Club salieron a manifestar en las calles por la eliminación del “sábado inglés” -que les permitía cobrar como “extras” las horas trabajadas ese día– fueron reprimidos por la policía, con un saldo de 11 heridos y 26 detenidos. El jueves 15, los estudiantes correntinos habían marchado contra el aumento del 500% en el menú del comedor universitario y la policía había matado a Cabral con un disparo de arma de fuego.
Fue el primer muerto de mayo, habría muchos más. También los argentinos asistirían por esos días a un fenómeno inédito en la historia del país: la confluencia de las protestas de trabajadores y universitarios contra un gobierno…
El asesinato de Cabral en Corrientes desató asambleas y protestas en casi todas las universidades públicas del país. El viernes 16 de mayo, en la Universidad Nacional de Rosario, el rector José Luis Valentín Cantini intentó frenar las asambleas en las facultades con la suspensión de las clases durante tres días.
Al día siguiente, pese a que era sábado, casi quinientos estudiantes volvieron a reunirse frente al comedor. La asamblea transcurrió de manera pacífica, aunque bajo una intimidante presencia policial. Cuando los jóvenes se movilizaron e hicieron estallar algunos petardos frente al Banco Alemán Transatlántico, se desató una represión desmesurada, en la que no faltaron los disparos con armas de fuego.
Al escuchar los tiros, los manifestantes intentaron dispersarse. Un grupo que corría por la avenida Corrientes trataba de escapar doblando por la calle Córdoba se encontró con que la policía estaba esperándolos. Algunos lograron sortear a las fuerzas represivas, aunque la mayoría, junto con no pocos transeúntes -entre ellos varios chicos- trataron de refugiarse en la galería Melipal. Las tiendas de compras se transformaron en una trampa…
El estudiante secundario y aprendiz metalúrgico Luis Blanco, de 15 años. Fue el segundo muerto del Rosariazo el 21 de mayo de 1969. La encerrona resultó mortal. Minutos después, cuando los policías se retiraron hacia la entrada de la galería y la mayoría de los manifestantes se había refugiado en los pisos superiores, al pie de una escalera pudo verse a un joven tirado en el piso: se llamaba Adolfo Bello, era estudiante de Ciencias Económicas…
Mientras tanto, en Rosario seguían creciendo las protestas, esta vez bajo la forma de «actos relámpago» para zafar de brutalidad policial. La CGT de los Argentinos, conducida a nivel nacional por Raimundo Ongaro, se solidarizó con los estudiantes y organizó una olla popular para contrarrestar el cierre del comedor universitario.
En mayo de 1969 una espiral de protestas sociales empezó la cuenta regresiva para Juan Carlos Onganía, el primer dictador de la “Revolución Argentina”.
La policía provincial intentó reprimirlos nuevamente, pero fue avasallada. Rosario estalló. De inmediato, la Gendarmería y la Policía Federal se sumaron a la represión, pero los obreros y los estudiantes -juntos en la lucha callejera- armaron barricadas, quemaron autos y trolebuses, y los hicieron retroceder. La ciudad quedó en manos de los manifestantes.
Fuente: Infobae