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Hoy se cumplen 14 años del fallecimiento del expresidente Néstor Carlos Kirchner, quien encabezó un período caracterizado por la revalorización de la política como elemento de transformación.

Además de la conmoción que la noticia causó entre los militantes del kirchnerismo y el peronismo, el deceso del dirigente patagónico, causada por una afección cardiovascular, abrió una nueva etapa en el proceso político que la Argentina había iniciado en mayo de 2003.

Kirchner, nacido el 25 de febrero de 1950 en Río Gallegos, ejerció la presidencia de la Nación entre 2003 y 2007; durante tres períodos gobernó la provincia de Santa Cruz (1991-1995; 1995-1999; 1999-2003) y fue intendente de su ciudad natal (1987-1991).

Al llegar a la Casa Rosada, Kirchner “tenía más desocupados que votos”, como suele recordar Cristina Fernández de Kirchner que lo sucedió al frente del Gobierno tras imponerse en las elecciones presidenciales de 2007.

Negociar una quita para la deuda que Argentina había dejado de pagar en 2001; propiciar el cambio de la Corte Suprema e impulsar la anulación de las leyes de Obediencia Debida, Punto Final y los Indultos de Carlos Menem fueron los ejes de los primeros meses de gobierno.

Su gestión logró, en 2005, un primer canje de la deuda en el que ingresaron el 76% de los acreedores privados y al cancelar las obligaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), alcanzó un superávit fiscal e incrementó las reservas monetarias del país.

Con esos índices favorables en cuanto a lo económico se redujeron -en la gestión de Kirchner- la desocupación, los índices de pobreza y aumentaron las exportaciones y la producción industrial.

Kirchner dejó el gobierno en 2007 en manos de Cristina, que en octubre de ese año resultó electa como presidenta por el 47% de los votos, pero mantuvo su liderazgo al frente del proyecto político que encarnaba el Frente para la Victoria.

La salud del líder del kirchnerismo se agravó en aquellos años de fragor político, y tras ser intervenido en febrero y septiembre, falleció el 27 de octubre 2010, en El Calafate, el mismo día en el que se realizaba el Censo Nacional.

Sus funerales fueron multitudinarios y la imagen de cientos de personas desfilando durante horas ante el féretro cerrado que contenía sus restos contrastaban con la imagen de un hombre temido y odiado que intentaban construir algunos medios masivos de comunicación.

En medio de un gran dolor, la militancia joven despidió al hombre que les permitió volver a creer en la política como realización de un proyecto colectivo.

Fuente: El Ciudadano Web