El domingo 24 de febrero de 1946, el Partido Laborista con la fórmula Perón-Quijano, después de una campaña realizada “con tiza y con carbón”, enfrentó a la fórmula Tamborini-Mosca de la Unión Democrática que estaba integrada por radicales, demócratas-progresistas, socialistas y comunistas, todos unidos en oposición a ese joven coronel que, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, se había preocupado por las necesidades de los trabajadores.
Los primeros cómputos fueron favorables a la Unión Democrática por lo cual la oposición se acercó a la sede del gobierno a felicitar a las autoridades por lo que ellos consideraban “la elección más limpia de la historia”.
Con el correr de los días, comenzó a llegar el aluvión de votos del interior que definían la elección nacional a favor del Partido Laborista.
La fórmula Perón-Quijano obtuvo más del 50% de los votos emitidos, es decir, 304 electores contra 72 de la fórmula opositora que había salido ganadora solamente en cuatro provincias. El resto del país daba por primera vez un triunfo abrumador al coronel Juan Perón.
“Hoy me siento obligado más que nunca, y yo que jamás en mi campaña he prometido nada, hoy juro, ante este solemne pueblo, que no he de descansar de día ni de noche para hacerlos felices en la medida de nuestras fuerzas. Llevamos hoy como siempre el signo de nuestra causa. Somos y seguiremos siendo descamisados para que no olvidemos jamás nuestra obligación con ese pueblo también descamisado que espera y siente como nosotros. Por eso, desde esta ya memorable Plaza de la República, abrazo sobre mi corazón a todos los descamisados de la Patria que, como nosotros, en esta hora jubilosa, estarán dando gracias a Dios de que nos haya templado el corazón y aclarado la inteligencia para ofrecer la vida a la Nación, en el trabajo, en la paz y en lo fructífero que un hombre tiene en su alma y en su cuerpo”.
(Del discurso de Juan D. Perón con motivo del triunfo electoral del 24 de febrero de 1946)
Fuente: Instituto Nacional Juan Domingo Perón