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Es una conocida definición que caracteriza al General José de San Martín, de cuya muerte se cumplen 171 años este 17 de agosto. Prócer de nuestra Independencia, la de Chile y la de Perú, en definitiva de la América del Sur, de una Monarquía absolutista. En ella queremos recordarlo.

Está contenida en la Orden General que el Libertador dirigió al Ejército argentino-chileno el 27 de julio de 1819. Decía:

“Compañeros del Ejército de los Andes:

Ya no queda duda de que una fuerte expedición española viene a atacarnos; sin duda alguna los gallegos creen que estamos cansados de pelear, y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan: vamos a desengañarlos.

La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos; si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios: seamos libres y lo demás no importa nada. Yo y vuestros oficiales daremos el ejemplo en las privaciones y trabajos. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos.

Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano, hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje”.

Nacido en 1778, el historiador Norberto Galasso relata que “San Martin vivió en Yapeyú dos años y cuatro en Buenos Aires pero a los 6 lo llevaron a España, donde creció y se hizo hombre hasta que regresó al Río de la Plata tres décadas después… se hizo soldado español a los 11 años. Participó luego en 30 batallas defendiendo la bandera española… regresó… convencido de los valores del ¨Evangelio de los Derechos del Hombre¨ según el designaba a los principios de la Revolución Francesa de 1789 y de la Revolución de 1808 en España. Luego ya en América se lanzó a la campaña por la libertad y la unificación de la Patria Grande, hasta que entendiendo que era hostigado en su país de nacimiento, volvió a Europa en 1824, para intentar una sola vez el regreso, frustrado por el fusilamiento de (Manuel) Dorrego y se fue para no volver aunque permaneciendo allá lejos siempre preocupado por la suerte de Hispanoamérica”.