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“Sepan que la Revolución Libertadora se hizo para que el hijo del barrendero muera barrendero”, dijo hace 65 años el contraalmirante Arturo Rial sobre el golpe cívico militar del 16 de septiembre de 1955 que derrocó al Gobierno Constitucional de Juan Domingo Perón. Fue una precisa expresión de objetivos y odio que el pueblo desde entonces hasta hoy, calificó como “Gorilas”.

Nuevamente, como en 1930 con Hipólito Yrigoyen, los sectores económicos y financieros más poderosos, los dueños de la tierra y de los bancos, los agroexportadores, usaron a las Fuerzas Armadas para derrocar a un Gobierno electo por el Pueblo.

Es que no toleraban al Gobierno que les exigía que contribuyeran en la medida de sus recursos y ganancias al esfuerzo nacional.

Un Gobierno sustentado por un movimiento político integrado por los trabajadores organizados, junto a sectores de distinta extracción partidaria, que nos orientó hacia la Justicia Social desde 1945.

Que nos conducía a vivir con lo nuestro con la reinversión de parte de la renta empresaria producto del trabajo argentino y las ventajas comparativas de nuestro suelo, con el desarrollo del mercado interno, asignando al sistema financiero un rol promotor de la producción, la industrialización sustituyendo importaciones, el pleno empleo, la redistribución de la riqueza, la negociación paritaria del salario y condiciones laborales más justas, el desendeudando por primera vez en la historia a nuestro país.

Durante ese gobierno, los trabajadores pasaron a participar del 50% del ingreso, las mujeres a tener derechos y votar, muchos pequeños productores y empresarios se convirtieron en medianos, los medianos en grandes, en un mercado interno creciente, con una racional promoción de nuestras exportaciones.

Se instauró la inclusión y la movilidad social. Las familias trabajadoras pudieron mandar a sus hijos a la universidad.

Con esa “revolución”, trágica Dictadura que no tenía nada de libertadora, sostenida con represión, presos, persecución política y proscripciones, asalto e intervención a los sindicatos, la Argentina ingresó al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, se devaluó un 240% el peso, se liberalizó el comercio exterior, sobre todo en beneficio de los agroexportadores, se abrieron las importaciones, se aumentaron las tasas de interés, se condicionó el proceso de industrialización, volvimos a ser deudores y –en realidad– desde allí nunca más dejamos de serlo.

LA MISMA RECETA

Esta “receta” de dependencia nacional y exclusión social fue luego aplicada en sucesivas oportunidades hasta llegar al paroxismo de la Dictadura genocida instaurada en 1976 con los mismos beneficiarios de 1955.

Dictadura  de cuya crueldad dan cuenta niñas y niños detenidos desaparecidos, o la denominada “noche de los lápices” de otro 16 de setiembre. El de 1976, el de la desaparición forzada en La Plata, a manos de Camps y Etchecolatz, Jefes de la Policía Bonaerense, de adolescentes que reclamaban un “boleto estudiantil”.

Con esa misma “receta”, neoliberal, siempre resistida por los trabajadores, a pesar de la recuperación democrática en 1983, con gobiernos que olvidaron sus compromisos electorales, condicionados por los acreedores externos y los golpes, no militares pero sí de “mercado”, llegamos a  una insostenible situación de quebranto social y económico en 2001.

La superamos retomando, no sin dificultades, con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, el camino de desarrollo y desendeudamiento con Justicia Social inaugurado en 1946.

Sin embargo en 2015, por primera vez por la vía electoral, respaldado en la promoción de un odio agorafóbico análogo al de 1955, un Gobierno vino para aplicar la receta fracasada de la desindustrialización, el ahogamiento de los sectores productivos, un endeudamiento sin parangón para beneficiar a los muy ricos generando cada vez más pobres que, incluso, afectó a la mayoría de los votantes de la alianza gobernante.

Es conocido que lo resistimos a pesar de sus extorsiones inaceptables, garantizando los derechos de los bancarios, y participamos de la constitución de un Frente que, en diciembre de 2019, logró recuperar el Gobierno para superar el desastre. Lamentablemente, pronto, con este 2020 llegó una pandemia que aún no tiene remedio, que no hizo sino agravar exponencialmente la situación.

El Gobierno del Presidente Alberto Fernández dio sin dudar las respuestas necesarias, desplegando ante una catástrofe sin medida un esfuerzo ingente con resultados concretos adaptando el sistema de salud, sosteniendo a millones de familias de escasos recursos y a miles de empresas comprometidas, alcanzando un acuerdo con los acreedores.

Lo ha hecho dando participación generosa a todos los sectores políticos sin exclusión aun a los responsables de la situación que atravesamos, hoy en la oposición.

Pero éstos en su perversión, socavando arteramente de manera abierta o encubierta el esfuerzo económico y sanitario están desarrollando una inocultable campaña de desestabilización ante la que no podemos guardar silencio.

INADMISIBLE

No se trata solamente del sabotaje a medidas del gobierno –como se visualiza en la formación de los precios–, de declaraciones fuera de lugar, de campañas mediáticas contra el Gobierno, o de manifestaciones que atentan contra las medidas sanitarias.

En estos días, aunque partiendo de reclamos, necesidades y derechos legítimos que nadie puede desconocer, esos intentos desestabilizadores  se han manifestado en una asonada –desde la institución armada más numerosa de nuestro país– que se exhibió en un inadmisible asedio a sedes de la Presidencia de la Nación y de la Gobernación bonaerense.

Lo señalado forma parte de una metodología que ha llevado a graves alteraciones en la vida democrática de nuestro continente. En nuestro país similares alteraciones han recaído siempre sobre los trabajadores. Bancarias y Bancarios tenemos experiencia en ello. Siempre han afectado nuestros derechos y trabajo.

NO PODEMOS DESCONOCER ESTOS HECHOS. NI DEJAR DE TENER MEMORIA.

VISTO EL ANÁLISIS REALIZADO POR NUESTRO CONSEJO DIRECTIVO

RATIFICAMOS NUESTRO COMPROMISO CON

  • UNA UNIDAD SIN EXCLUSIONES DEL MOVIMIENTO SINDICAL, GARANTIZANDO EL  FUNCIONAMIENTO DE TODAS LAS INSTANCIAS ORGÁNICAS DE LA CONFEDERACIÓN GENERAL DEL TRABAJO, LA CONVOCATORIA A LOS PLENARIOS DE SECRETARIOS GENERALES Y DELEGACIONES REGIONALES.
  • UNA ALIANZA ESTRATÉGICA ENTRE EL TRABAJO Y LA PRODUCCIÓN NACIONALES PARA SER PROTAGONISTAS ACTIVOS DE LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA.
  • EL FORTALECIMIENTO DEL FRENTE NACIONAL Y POPULAR PROMOVIENDO INSTANCIAS DE ORGANIZACIÓN, AMPLIA PARTICIPACIÓN y MOVILIZACIÓN POPULAR ACORDES A LAS MEDIDAS DE SALUD PÚBLICA DISPUESTAS POR EL GOBIERNO NACIONAL.
  • EL RESPALDO AL GOBIERNO DEL PRESIDENTE ALBERTO FERNÁNDEZ.

Buenos Aires, 16 de setiembre de 2020

SECRETARIADO GENERAL NACIONAL DE LA ASOCIACIÓN BANCARIA

Aniversario derrocamiento 16-9-2020