Néstor Kirchner fue un presidente de crisis. Como tal, concitó una aprobación condicionada por las necesidades satisfechas; entre ellas, el anhelo de autoridad, de ver a alguien al timón. Barrunto que fue por eso que ganó terreno con acciones que en su momento parecían apelar sólo a minorías, como cuando ordenó al jefe del Ejército, Roberto Bendini, que descolgara los cuadros de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone. O, en general, con su política de derechos humanos.
Su modo de hacer política convalidaba la decisión antes que el norte. O mejor: se aceptaba casi cualquier norte si garantizaba que la nave siguiera su curso en lugar de encallar o naufragar.
Esa forma de consenso –extendido y poco pasional, bien pragmático– fue proporcional a los intereses satisfechos de una mayoría silenciosa, más bien quieta…
La muerte de Néstor Kirchner, el 27 de octubre de 2010, me sorprendió. La mala noticia no pudo noquearme, sin embargo…
Kirchner recibió el adiós emocionado de decenas o cientos de miles de personas que expresaron a muchísimas otras… La comunión entre la Plaza y la Rosada –esa fantasía peronista y setentista que tanto lo motivaba– se materializó cabalmente entonces, cuando se fue…
Un presidente que llegó, casi de chiripa, a gobernar un país devastado, es decir, sin Estado, sin moneda, sin gobierno, en default. Con índices socioeconómicos escalofriantes, una población desolada, incrédula y enfurecida. Dos gobiernos sucesivos, uno radical y uno peronista, habían debido acortar sus períodos tras derramar sangre de argentinos, jóvenes en su mayoría.
Kirchner reconstruyó, paso a paso, el Estado, el gobierno. La Argentina se desendeudó, se recuperó la moneda, el empleo cobró centralidad, la redistribución de la riqueza volvió a ser una finalidad pública, se elevó la condición de los trabajadores. Se reconstituyeron derechos arrasados por la obra deliberada de la dictadura y por la defección de gobiernos democráticos. Se reconocieron otros, reivindicados por minorías tenaces, que son parte de la agenda más reciente.
Por Mario Wainfeld
Publicado en Página 12, 9 de octubre de 2016